“Me gusta actuar pero, en última instancia, se trata solo de disfrazarse y hacer voces. Me lo tomo en serio y hago lo mejor que puedo, pero ir a casa y estar con mi familia es lo que realmente vale la pena”, dice sin dudar Cillian Murphy, el actor que encarna a Thomas Shelby en Peaky Blinders, la serie que se transformó en un suceso y trascendió fronteras. Y habrá que creerle porque lo que dice, lo hace. Rechazó ofertas para instalarse en Hollywood y prefiere vivir con su familia en Irlanda. Otorga escasas entrevistas y si las acepta es con la condición de que solo se hable de su trabajo. No desea, no quiere ni le interesa ser famoso. Podría elegir una vida diseñada por especialistas en marketing donde se miden las ganancias recibidas más que las historias contadas, pero él trabaja solo en proyectos que le interesen. No se lo ve en alfombras rojas, producciones de moda, ni campañas publicitarias. No hace declaraciones rimbombantes y descarta con vehemencia todo aquello que lo transformaría en una súper estrella.
Murphy nació el 25 de mayo de 1976 en Douglas, una ciudad del condado de Dork en Irlanda. “Estoy muy orgulloso de ser irlandés”, afirmó alguna vez “Es un país de contadores de historias. Tiene tradiciones de buen arte, buenos escritores, buenos actores”.
Creció en un hogar de docentes. Su padre era funcionario en el ministerio de Educación y su mamá, profesora de francés. Como la mayoría de los chicos irlandeses fue a un colegio católico. No se destacaba por su buena conducta pero tampoco era un alumno problemático, de hecho sorprendió a todos cuando a los diez años escribió sus primeras canciones. Fue en el secundario donde descubrió que le gustaba actuar, sin embargo como soñaba con ser músico de rock formó la banda The Sons of Mr. Greengenes. Un sello se interesó en sus canciones y ofreció un contrato por cinco discos, pero el acuerdo no se concretó. Mamá Murphy se opuso porque su hijo era menor y Cillian tampoco aceptó. Su razón no fue el pago paupérrimo ofrecido sino la exigencia de la entrega del derecho absoluto de sus creaciones. El adolescente dijo “gracias pero no” y así comenzó a dar pistas del artista dueño de su destino en el que se convertiría.
Cuando terminó el secundario sus padres pensaron que sería docente, pero a Cillian le gustaba aprender pero no enseñar. Y como en Irlanda también se podría aplicar el viejo dicho que asegura que “serás lo que debas ser sino serás abogado” se anotó en Derecho en la universidad de Cork. Era 1996 y fue un año clave en su vida. Primero, porque lo bocharon en todos los exámenes de Abogacía, segundo porque conoció a Yvonne Mc Guinnes, la artista plástica que se convertiría en su esposa y madre de sus hijos Malachy y Aran y tercero porque después de ver la puesta de la obra La naranja mecánica de la compañía de teatro Corcadora, decidió que actuar era lo suyo. Se anotó en las pruebas y terminó como protagonista de 'Disco Pigs, la obra de Enda Walsh que se convertiría en un suceso y cinco años después le daría su primer rol en cine. “Conseguir un papel así sin entrenamiento ni experiencia y que se convirtiera en un éxito masivo fue increíblemente afortunado”, dijo Murphy en una entrevista para la revista GQ.
Claro que cuando la suerte llama hay que responder con talento y a Murphy le sobraba. Fue así que Danny Boyle lo eligió para ser parte de esa pesadilla zombie que fue la película 28 días después. Siguieron filmes tan diversos como Cold Mountain, Desayuno en Plutón, Vuelo nocturno -donde aterroriza a Rachel Adams y con ella a toda la platea- y la premiada El viento que agita la cebada, donde encarna a un joven médico que abandona su profesión para luchar en los comienzos del IRA. “Toda mi carrera ha sido aleatoria y ha tenido que ver más con el azar –contó en una nota para El confidencial –. Nunca he tenido un plan o seguido una estrategia, son las historias lo que me ha interesado. Es un negocio tan loco que nunca sabes lo que te puede estar esperando a la vuelta de la esquina, quién te va a llamar, qué colaboradores vas a encontrarte. Decidí no tener un plan porque eso no va con el arte, el arte no es negocio, es hacer tu trabajo lo mejor que puedas”.
Murphy alternaba su trabajo en cine con obras de teatro. En el año 2005 recibió un llamado. Era el director Christopher Nolan que lo convocaba para probarse el traje de héroe y convertirse en la estrella principal de Batman Begins. Fue así como se subió a un avión y aterrizó en Los Ángeles. Pero lejos de estar ansioso por la posibilidad de convertirse en una súper estrella era otra la situación que lo emocionaba “Mi planteo fue: ‘Si llego a hacer una prueba de pantalla para Chris Nolan, ya será suficiente para mí’”.
Al ponerse el traje comprobó que le quedaba demasiado grande para su metro setenta y cinco. “Había demasiado espacio para mí. Y sabía que Christian Bale también estaba haciendo pruebas y pensé ‘Obviamente, él debería interpretar a Batman’. ¿Qué hago yo aquí?’. Pero fue divertido, es algo interesante que contarle a tus hijos. Además, de ahí salió otra cosa”, relató.
Esa “otra cosa” era aceptar la propuesta de Nolan y pasar de ser el héroe a encarnar el villano. En este momento algún lector pensará “¿cómo va a rechazar convertirse en un megamillonario con las franquicias de su imagen repetidas en millones muñequito, remera, gorro, bandera y vincha?”, pero el actor prefirió desobedecer el “destino Mascherano" y su “hoy te convertís en héroe”. Es que los héroes de Hollywood en general están obligados a sonreír siempre, ser valientes todo el tiempo y sobre todo, vivir aburridos. Pero los villanos permiten desplegar una y mil facetas escondidas y sobre todo permite que los buenos jueguen a ser malos.
Después del éxito de Batman a Murphy le llovieron propuestas para instalarse en Los Ángeles pero como aquel adolescente que se negó a firmar su primer contrato, el actor volvió a decir “gracias pero no”. “Me gusta el sol, la comida y el mar, pero Los Ángeles no era para mí, soy europeo. Me encantan las estaciones del año. Y como a la mayoría de los irlandeses, probablemente me favorezcan más los pantalones largos que los cortos”. Así que armó sus valijas y se volvió a Londres, donde lo esperaba su mujer, sus dos hijos y Scout, su perro labrador.
Hasta que en 2013, de la mano de la prestigiosa BBC le llegó la propuesta de meterse en la piel de Thomas Shelby, el líder de los terribles y fascinantes Peaky Blinders. Para los productores el desafío no era menor. Necesitaban encontrar un actor capaz de seducir e intimidar, de enamorar y de aterrorizar. Un actor que pudiera mostrarse acosado por sus fantasmas de ex combatiente en la Primera Guerra, pero que por su falta de miedo a la muerte se convirtiera en el líder feroz de un clan familiar de gánsters en la Birmingham de los años 20. Fue así que convocaron a Murphy.
Para dar con el estilo que le pedía su personaje, Murphy aceptó cambiar su dieta vegetariana y volver a comer carne ya que necesitaba más proteínas para lograr el físico intimidante de Thomas Shelby. Para parecer más alto creó lo que bautizó el “paso George W. Bush”, es decir “hombros afuera y el torso lo más ancho posible” que se convirtió en el andar característico del personaje. Acorde a la época Thomas Shelby es un fumador compulsivo, pero Murphy no fuma. Los que consume en la serie son cigarros naturales que no contienen nicotina ni producen adicción. Ya lleva fumados más de tres mil.
La primera temporada de la serie no tuvo grandes repercusiones en la prensa, pero el boca a boca fue tal que se convirtió en un suceso. Todos reconocen que mucho es gracias al magnetismo de su protagonista. “En pantalla, es extraordinariamente llamativo. Miras sus secuencias y piensas ‘madre mía, está muy bien iluminado’ y te contestan que no, que todavía no han empezado a iluminar. Que eso es solo Cillian, que brilla con luz propia”, contó Helen McCrory, que interpreta a la fantástica Polly, la tía de Thomas.
Pese al éxito global y la “blindersmanía” –hay tours específicos, su corte de peinado es imitado por miles y hay fanáticos en todo el mundo- Murphy sigue fiel a su premisa de “no ser famoso”.
Luego de 20 años viviendo en Londres volvió a instalarse con su familia en Irlanda. “Me encantó vivir en Londres entre los 20 y los 30 años, pero después de un rato te preguntas: '¿Verdad? ¿Es esto? ¿Es por el resto de mis días? ¿O hay alguna otra posibilidad?”. Otra razón para volver a su país natal fue que con su esposa deseaban que sus hijos estuvieran más cerca de sus abuelos. “Queríamos que fueran irlandeses, supongo”, le explicó a The Guardian . “Es sorprendente lo rápido que se han adaptado sus acentos. Incluso dentro de un año de regresar, se están desvaneciendo en este tipo de cosas raras del oeste británico. Creo que, con suerte, les dará muchas chicas cuando tengan 15 años”.
Para mantener una vida común con un trabajo poco común, el actor desarrolla otras estrategias. Trabaja seis meses y otros seis meses, no. “Me aseguro intentar no empalmar un trabajo tras otro, porque eso significa que vives en una burbuja de set, hotel, set, hotel, avión, festivales de cine, presentaciones Y eso, para mí, no es la realidad”.
El actor no tiene redes sociales y si alguna persona se acerca a pedirle una foto le propone un apretón de manos, una pequeña charla o firmarles algo. Los vecinos suelen verlo emprendiendo caminatas, paseando a su perro o comprando fideos para cocinar y comer en familia. En suma un tipo común con un talento para actuar poco común. “No me interesa nada más; sé que puedo parecer antiguo, pero no quiero sacar una marca de ropa o un disco. Solo quiero hacer mi trabajo lo mejor que pueda, y si tiene impacto en alguien, genial. Pero no deseo cambiar el mundo”.
A Murphy no lo enloquece la fama, los premios ni las millonarias ganancias. Cuando le preguntan sobre su futuro afirma sin poses. “Solo quiero ser decente y bueno. Son valores antiguos, pero parece que están desapareciendo en la actualidad. Ahora es normal ser un déspota, un misógino, un asqueroso. Estos puntos de vista se están validando por todo el mundo. El no ser ostentoso y no hablar demasiado de ti mismo es a lo que intento aferrarme. Así es como me crié. No siempre lo consigo. Mi esposa y mis hijos son los que me dirán si estoy fallando, pero es todo lo que realmente quiero hacer. Eso es lo importante”.
Cillian Murphy continúa cumpliendo a rajatabla sus cinco principios: trabajar con compañeros talentosos, conservar una distancia de 8.000 kilómetros con Hollywood, comprometerse con el trabajo, hacer teatro. Cuanto más difícil, mejor, y nunca, nunca ser famoso. Reglas que no cambiaría ni “por orden los malditos Peaky Blinders”.
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