El día que Omar Leonard Carl Pistorius nació, el 22 de noviembre de 1986 en Sandton, Johannesburgo, Sudáfrica, sus padres supieron inmediatamente que lo que vendría no sería fácil. El precioso bebé de carita y cuerpo aparentemente perfectos había nacido sin un hueso fundamental de las piernas: el peroné. Padecía una deficiencia congénita llamada hemimelia peronea.
Dentro del dramático panorama familiar, Oscar tenía la suerte de haber nacido en un hogar con dinero para solventar lo que él iba a necesitar para poder caminar.
Lo más duro, para Sheila y Henke Pistorius, fue decidir qué tratamiento elegir para su hijo. Consultaron a once médicos especialistas. Había opiniones muy distintas. Fue el cirujano Gerry Versfeld quien los convenció de que lo mejor era una doble amputación para que pudiera, en el futuro, caminar con prótesis. El cirujano confesaría años después que, a pesar de que la decisión había sido la correcta, fue “desgarrador cortar las extremidades de un niño tan pequeño”.
A los 11 meses se hizo la drástica cirugía: le amputaron las dos piernas por debajo de las rodillas. El especialista Trevor Brauckman, le construiría más adelante, sus primeras piernas artificiales.
Lamentablemente la situación económica de su padre cambió y ello determinó el fin del matrimonio: en 1992 se divorciaron. Henke no les pasaba casi dinero y Sheila tuvo que mudarse a una casa más pequeña con sus tres hijos (Carl, Oscar y Aimée), en un vecindario más peligroso. Varias veces entraron a robarles. Ella, entonces, se compró una pistola y la ponía, todas las noches, bajo la almohada.
Las vicisitudes familiares y su discapacidad no impidieron que Oscar llevara la vida de un niño normal. Con su hermano Carl hizo todo lo que hace un chico: se trepó a los árboles, anduvo en bicicleta, jugó al fútbol. Su madre lo alentaba y le decía que jamás debía sentirse “inferior”. Lo logró. Sus muñones con ampollas y las dificultades propias de sus prótesis no lo detuvieron nunca. En el Pretoria Boys, un colegio con conducta casi militar, Oscar se exigía más que nadie. Pero Sheila cayó en el alcoholismo, cosa que provocó complicaciones en sus riñones. Murió a los 43 años, el 6 de marzo del 2002, cuando él tenía 15. Sheila no lo vio triunfar. Pero tampoco lo vería preso.
Juventud, esfuerzo y triunfos
Oscar Pistorius cursó sus estudios superiores de Comercio en la Universidad de Pretoria. Su capacidad de superación sorprendía permanentemente a todos. Hizo los deportes que quiso: fútbol, rugby, waterpolo, tenis…
En 2003, se rompió una rodilla jugando al rugby. Pero siguió adelante. Trabajó nueve meses con el entrenador de velocistas Ampie Louw y, en 2004, empezó a competir con las famosas prótesis transtibiales construidas con fibras de carbono en forma de J. Por ellas le empezaron a decir Blade Runner. Sus metas eran la zanahoria que lo movía día a día.
En los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004, sacó la medalla de oro en 200 metros y de bronce en los 100. Dos años más tarde fue campeón del mundo en Holanda, en 100, 200 y 400 metros.
Pero lo que más quería en la vida era competir con atletas sin discapacidad. Lo consiguió en 2007, pero finalizó segundo en los 400 metros. Le quedó un sabor amargo. Los demás deportistas protestaban. Muchos decían que sus prótesis le proporcionaban ventajas. En 2008, la Federación Internacional (IAAF) consideró, luego de un análisis de sus piernas ortopédicas, que éstas efectivamente le daban ventaja sobre el resto. Pistorius, batallador como siempre, apeló la medida y recurrió al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), la última instancia jurídica en el deporte. Le fallaron a favor.
Si bien en los Paralímpicos de Pekín 2008 logró tres oros más, la gran oportunidad la tuvo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde compitió con atletas sin discapacidades. Era el primero con doble amputación en olimpíadas regulares. Logró clasificarse para las semifinales de 400 metros. No ganó, pero el deseo de su madre de jamás sentirse inferior estaba más que cumplido.
Oscar cosechó, además, otros galardones: Premio BBC a la Personalidad Deportiva del año (2007); Premio Laureus Mejor Deportista con una discapacidad (2012) y Orden de Ikhamanga (2006), una distinción sudafricana otorgada por el presidente.
Bello y exitoso, a los 26 años el mundo entero lo admiraba. Y él podía costearse una vida de lujos. Se lo disputaban las tapas de revistas, iba a los programas de tevé internacionales más importantes, posaba como una estrella. Era el súper héroe que había logrado vencer la adversidad. Nadie lo ponía en duda.
Un hecho curioso resulta de mirar el pasado. En 2007, la asociación entre Oscar Pistorius y su entonces patrocinador oficial dio como resultado una campaña de publicidad que podría juzgarse como profética: en ella se veía la foto del deportista, el logo de la marca y una frase premonitoria para lo que ocurriría seis años más tarde: “I am the bullet in the chamber” ( “Yo soy la bala en la recámara”).
La bellísima novia modelo
Reeva Rebecca Steenkamp, hija de June y Barry Steenkamp (los dos venían de matrimonios anteriores con más hijos), nació el 19 de agosto de 1983, en un pequeño pueblo cercano a Ciudad del Cabo. Su madre era inglesa y su padre sudafricano, quien se dedicaba a entrenar caballos. La familia se mudó a Port Elizabeth, una ciudad costera, donde Reeva fue al colegio St Dominic’s. Luego, estudió leyes en la Universidad de Port Elizabeth, donde se graduó en 2005. Y comenzó a trabajar de asistente legal. De modelo ya trabajaba desde los 14 años.
Reeva medía 1,71, tenía unos profundos ojos azules, el pelo largo y rubio, una cara angulosa y un físico poderoso. Fue la primera cara de la marca de maquillaje Avon en Sudáfrica y solía posar para revistas de moda. También había hecho conducción para Fashion TV, filmado comerciales de importantes marcas, y participaba en programas de televisión. A los 20 años se cayó de un caballo y se rompió la columna. Tuvo que aprender a caminar de nuevo. Al momento de su asesinato estaba concursando para el reality de tevé Tropika Island of Treasure. Y soñaba con terminar su matriculación como abogada.
Con Oscar Pistorius estaba saliendo desde noviembre de 2012 y convivían en la casa del atleta, en el complejo residencial Silver Woods, en Pretoria.
Su novio anterior había sido nada menos que el ex jugador de rugby de los Springboks, Francois Hougaard. Este año (porque las especulaciones sobre los celos de Pistorius sobrevolaron el trágico día del femicidio) Hougaard le reconoció, al Mail on Sunday, que cada tanto se hablaban por teléfono o se mensajeaban porque habían quedado amigos.
Oscar y Reeva parecían, ante los medios, una pareja idílica. La realidad tras los muros era muy diferente a lo que todos suponían.
La madrugada del 14 de febrero de 2013 sorprendería al mundo y esa realidad trascendería de una manera feroz.
El femicidio
El impecable baño en suite de porcelanato beige de la casa que compartían fue lo último que vio Reeva esa noche de terror. Allí se encerró para protegerse de la violencia de su novio. No tuvo escapatoria.
Era la madrugada del día de San Valentín cuando los disparos rabiosos atravesaron la puerta del baño. ¿Qué había pasado antes? Hay, como en todo crimen, distintas versiones. Lo único incontrastable es que Oscar Pistorius disparó su pistola 9 mm cuatro veces a través de la puerta cerrada. Solo una bala no dio en el blanco.
Cuando los policías entraron a la casa, encontraron a su novia muerta (él había bajado su cuerpo a la planta baja), tendida sobre un charco de sangre.
Una de las tantas versiones sostiene (y está incluida en un libro de los Mollet sobre el caso) que el cuerpo tenía además dos golpes en la espalda hechos con un palo de cricket. Sugiere que las marcas en el bate indicarían que ambos pelearon por él. Según esta teoría, Oscar ferozmente enojado la persiguió con el bate. Ella intentó quitarle el palo, se rompió el mango, y él llegó a golpearla mientras Reeva huía. La joven se refugió en el baño aterrada, él furioso golpeó la puerta con el bate un par de veces más. Después, la balacera.
El atleta dijo, en cambio, que había confundido a la mujer con un ladrón y le había disparado por error.
El policía Christian Mangema, que hizo el informe balístico y reconstruyó la escena, describió el posible final de la siguiente manera: Reeva, al momento del crimen, estaba encerrada en el baño, parada, mirando hacia la puerta cuando recibió el primer disparo que le dio en la cadera derecha, le rompió el hueso y cayó al piso. El segundo no le pegó. El tercero impactó en su brazo derecho y el último le atravesó la cabeza. Ella estaba cubriéndose con sus brazos, en forma defensiva. La bala mortal pasó entre sus dedos de la mano izquierda y dio en su craneo. Según este mismo informe, el criminal Pistorius estaba asentado del otro lado de la puerta sobre sus muñones. Así concluyeron los investigadores por la altura y el ángulo de impacto de las balas. En el juicio, cuando se escuchó este informe, Pistorius se tapó los oídos con sus dedos.
Los abogados de Pistorius peleaban por demostrar la confusión con un incomprobable intruso en una casa de un barrio cerrado con muros y alarmas. Pero según el relato de la vecina, Michelle Burger, que dijo haber escuchado los tiros en esta secuencia: “Pam (silencio) Pam, pam, pam”. Pistorius no podría haber pensado que era un ladrón, tendría que haber escuchado antes, durante ese segundo de silencio, los gritos de su novia en el baño pidiendo ayuda, como los habían escuchado cinco vecinos más.
El radiólogo Johan Stipp, que vivía a 70 metros cruzando la calle, dijo haberse despertado a eso de las tres de la madrugada por tres detonaciones, luego escuchó tres o cuatro gritos de mujer seguidos por más golpes que podrían provenir del bate y, por último, un hombre pidiendo ayuda. Cuando llegó a la escena dice que vio a Oscar arrodillado sobre el cuerpo de Reeva rezando porque sobreviviera y diciendo: “¡Le disparé, creí que era un ladrón y le disparé!”.
El 17 de febrero la policía encontró el bate Lazer ensangrentado en la casa. ¿Cómo se habían desarrollado realmente los hechos? La defensa se complicaba.
El diario Beeld publicó que, un mes antes, Pistorius había disparado un arma “por error”, en el restaurante Tasha’s, de Johannesburgo. Un periodista del New York Times contó también que, durante una entrevista, vio como ante unos ruidos sospechosos, Pistorius bajó corriendo con un arma en la mano. También fue acusado de disparar desde el techo corredizo de un auto en movimiento. Las armas y la familia Pistorius eran buenos amigos (tenían licencia para portar 55). Solo Oscar poseía permiso para 6 armas de fuego de colección, entre ellos un Smith & Wesson 500, considerado el revólver más poderoso del mundo.
En 2009, la casa del deportista consagrado, había sido considerada la más segura de Sudáfrica. Ironías de la vida.
Otra de las novias de Oscar tuvo algo que decir. Samantha Taylor relató, al Daily Mirror, el infierno que vivió con Pistorius durante 18 meses de relación. Dijo que él era posesivo, irritable y que una vez ella había escondido su arma porque tenía miedo de que la matara. La dejaba encerrada sin comida, la pellizcaba, la llevaba en su Porsche a 320 km por hora para castigarla cuando algo no le gustaba y estaba obsesionado con la seguridad. Declaró conmocionada que ella podría haber sido Reeva.
No parecen quedar muchas dudas de que la vida con Oscar y su paranoia era un infierno.
El relato y los múltiples juicios
Pistorius declaró por primera vez el 15 de febrero de 2013. Dijo que había confundido a su novia con un intruso y había disparado; que ese día había llegado a las 6 pm a su casa y habían cenado lo que ella había cocinado en una mesa con velas; que entre las 21 y 22 horas, siempre según su relato, se fueron al dormitorio; puso el arma en el lado izquierdo de la cama; charlaron; se sacó las prótesis y se tiró a dormir.
Se despertó entre las 2 y las 3 de la mañana cuando sintió un ruido proveniente del baño en suite. Asegura que tuvo pánico: “Alguien estaba entrando a mi casa”. Agarró el arma de la cama, caminó sobre sus muñones y disparó, fijo que creía que su novia estaba en la habitación. Cuando se dio cuenta de que en realidad era Reeva la que estaba en el baño agarró el bate para tirar abajo, desesperado, esa puerta. Fin de la versión.
¿Qué es lo primero que una persona haría si cree que alguien entró su nuestra casa?, se preguntaron los investigadores. La mayoría, seguramente, despertaría al otro para ponerlo a salvo. Oscar no hizo nada de eso. Además, según el experto Gert Sayman, Reeva había comido dos horas antes de morir, lo que contradice la historia de Oscar. Una de las tantas contradicciones del caso.
Dos días después del crimen la policía encontró el bate lleno de sangre en la casa. Siete días más tarde Pistorius pagó una fianza de 113 mil dólares.
El juicio, luego de varias postergaciones dilatorias, empezó recién el 3 de marzo de 2014. La acusación del fiscal era asesinato y violación de la ley sudafricana de control de armas.
Pistorius durante el desarrollo del mismo lloró desconsolado ante las cámaras y rezó mientras escuchaba que podía ser condenado a perpetua. Muchos pensaron que su llanto era una burda actuación. El día que explicaron cómo la cabeza de su novia había explotado, vomitó en la sala. El caso se había transformado en un dramático espectáculo, un reality que crecía minuto a minuto en los medios. La jueza autorizó la retransmisión en directo del juicio, salvo la declaración del atleta acusado.
Pistorius se declaró no culpable del cargo de asesinato premeditado, pidió disculpas e hizo una crónica de todos los problemas que sufría desde su infancia.
El 12 de septiembre de 2014 fue condenado por homicidio culposo (sin intención) por lo que fue condenado a cinco años de prisión. El 19 de octubre de 2015 fue puesto en libertad después de 12 meses de cárcel. Pero el 3 de diciembre, del mismo año, la Corte Suprema anuló la condena y agravó el cargo a homicidio doloso con una condena a 15 años.
El 6 de julio de 2016 se volvió a juzgar a Pistorius. Esta vez le dieron 6 años de cárcel. En noviembre de 2017 la Corte Suprema de Apelaciones de Bloemfontein incrementó la pena otra vez a 13 años y 5 meses. Para su libertad condicional, por ahora, deberá esperar hasta 2023.
Idas y vueltas que solo demuestran el poder de la fama. Cabe preguntarse algo más: si no hubiese sido famoso… ¿hubiera obtenido tantas oportunidades?
Para pagar su defensa, Pistorius tuvo que vender propiedades y varios de sus costosos caballos.
Versiones de lo ocurrido
La primera versión sostuvo como móvil del crimen los celos de Pistorius por algún chat o mensaje que podría haber visto en el celular de su novia. Cuando se analizó el celular de Reeva se encontraron conversaciones de Whatsapp con su novio, de unas semanas antes del crimen, que resultaron reveladoras: “Yo soy la chica que está enamorada de ti, pero también la chica a la que dejas de lado cuando no estás de humor, a la que criticas su acento, su tono de voz”; “A veces me asustas por cómo me contestas y cómo me tratas”.
Al volver del reality Tropika Islands, dónde se rumoreó que ella se había besado con un concursante, Reeva le dijo: “Te juro que no estaba flirteando con ese hombre. Tu te enfadas tanto cuando escuchas alguna cosa sobre mí, pero te has citado con muchísimas chicas”.
Él también le había recriminado a Reeva haber fumado marihuana en Jamaica, durante otra grabación. Ella responde: “Nunca te mentiría y fue sólo una vez (…) no soy una Stripper ni una buscona. No puedo ser atacada por gente de fuera que me critica por salir contigo y también ser atacada por tí. (…) Me haces feliz el 90 por ciento del tiempo, y creo que estamos muy bien juntos (… ) no soy otra puta más… ”.
Otro día dice, “Hoy no estaba flirteando con nadie. Me enferma que sugieras eso y que hagas una escena en la mesa que hizo que nos tuviéramos que ir antes (…)”.
El desdén de Pistorius y los celos enfermos parecían una constante. Según la fiscalía se habían encontrado dos iPhones y dos Blackberrys en la escena. Pero conocer el contenido del iPhone 5 de Oscar Pistorius no fue fácil porque Apple no otorgaba el acceso a la información encriptada y tenían que pedir la colaboración del FBI.
En uno de los análisis telefónicos se reveló que él hizo una llamada de nueve minutos a una de sus ex novias, Jenna Edkins, antes de matar a Reeva. Tenía con Jenna, que era banquera, una relación turbulenta e intermitente.
Carl Pistorius, hermano de Oscar, fue señalado como sospechoso de haber destruido información del celular de su hermano. Carl habría tenido en custodia el mencionado iPhone 5, durante doce días y sería quien eliminó el historial de llamadas y mensajes compartidos por la pareja antes del horroroso crimen. ¿Por qué las borró? Demasiado tiempo para no despertar serias sospechas de alteración de evidencia.
Las permanentes repercusiones
El documental “Pistorius”, en 2018 y de Amazon, sobre la muerte de Reeva, le quitó otra vez el sueño a los Steenkamp que rotularon de ”insensible" la serie de cuatro capítulos que los obligó a revivir la tragedia más horrible de sus vidas. Sobre todo porque mostraron imágenes no reveladas antes del cuerpo de la joven asesinada. Imágenes que circulan por Internet. Ella, bellísima, ya muerta, con una remera negra y sus ojos entrecerrados; las prótesis ensangrentadas de él; Oscar parado con sus bermudas manchadas y el torso desnudo; el arma y el bate también con sangre.
La hermana de la víctima, Simone Cowburn, criticó las fotos indignada: "Me paso mucho tiempo resguardando a mis padres de lo que está en internet (…) Me pregunto cómo obtuvieron esas fotos de la policía”. También se refirió a las balas que usó Pistorius (munición expansiva para causar máximo daño): “Uno no dispara esas balas ni para matar un intruso en tu casa (…) Pistorius es peligroso, podría un día salir y volver a hacer lo mismo. Está en él, puede matar de nuevo”.
Libros se escribieron decenas: Oscar vs la verdad, de los hermanos Calvin y Thomas Mollet; Detrás de la puerta (Behind the Door), de Mandy Wiener y Barry Bateman; Reeva, la historia de una madre, de June Steenkamp y Un accidente que iba a ocurrir, de Sam Taylor (ex “suegra” de Oscar) son algunos. Documentales hubo varios y, en 2017, se estrenó una película: Blade Runner killer.
En 2015, ya había estallado otra macabra polémica. Los inquilinos de la lujosa casa que la pareja compartía, la convirtieron en escenario de un macabro tour distribuido por la cadena de tevé sudafricana Netwerk 24. Los nuevos habitantes vieron un negocio y anunciaron también que organizarían allí fiestas para disfrutar de la vida…
En agosto 2019 se anunció el proyecto de un nuevo documental en capítulos, donde la familia Steenkamp, finalmente, tendrá voz. Se llamará Mi nombre es Reeva. “La gente podrá ver el otro lado, tener respuestas y saber la verdad sobre quién era mi hija”, dijo June.
La vida en la cárcel: Biblia y huerta
Murasiet Mentoot, gerente regional de inspección judicial, contó a la CNN que la condición de preso famoso, hizo que Pistorius fuera alojado en el ala hospitalaria de la prisión: “Era la única opción viable. Si sos un preso de alto perfil estás en riesgo, los otros reclusos te pueden tomar de blanco”.
Así, cuando se quejó porque quería un baño, los servicios del correccional le hicieron uno en su celda (los presos comunes suelen estar hacinados compartiendo entre 40 un inodoro). Cuando se quejó de su cama, se la cambiaron. También mejoraron, a pedido suyo, el gimnasio y lo dejaron cocinar sus productos crudos: temía intoxicarse.
Según su padre, Henke Pistorius -así se lo dijo este año al The Times UK- tras las rejas en el correccional de Atteridgeville, su hijo se ha convertido en un líder espiritual para los otros presos. Tiene un nuevo desafío. Estudia los textos bíblicos y se junta con su grupo de oración de la cárcel, una vez a a la semana. Interpreta versículos de la Biblia y les explica las enseñanzas.
Su padre insiste en que es una buena influencia. Contó, además, que tiene hasta un pequeño pedazo de tierra donde cultiva vegetales. Asegura que ese jardín vegetal no es cualquier huerta: “Oscar es un artista. No hace bloques cuadrados para cultivar. ¡Diseñó una cara en el jardín! El pelo es de un tipo de vegetales y las orejas y la boca de otros. ¡Es increíble lo que logró!”, comentó.
Pero la madre de Reeva, June Steenkamp, prefiere no escuchar estas historias. Le dijo al medio Rekord hace algunos meses, que su familia tomó la costumbre de visitar anualmente la playa de Port Elizabeth para recordar el día de su asesinato. Sus cenizas están esparcidas en esa playa que tanto amaba.
El 10 de febrero de 2013, Reeva Steenkamp, posteó por última vez en Instagram. Fue sobre el caso de una chica de 17 años que acababan de violar y asesinar. Lo que escribió en su red social es otro detalle escalofriante de esta historia: “Esta mañana me levanté en una casa feliz y segura. No todas lo hicieron. Hablen fuerte contra la violación de los individuos en SA. RIP Anene Booysen. #rape #crime #sayNO
Cuatro días después, ella ya no se levantaría más. Oscar Pistorius la había asesinado a sangre fría.
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